Alas y raíces... por Magali Espinoza
Esa sensación de tenerlo todo. De que por un instante podía contener la felicidad en la palma de mi mano, como si dejara de ser escurridiza como el agua.
Pensé que era posible, que por fin lo tenía todo. Buscando en todos los rincones, en los alrededores y todos los exteriores. Me llen de nada, de aire vacío, frío y retumbante.
Me aferré a las emociones, a las mentirosas nubes y a la neblina de las ilusiones; volví a mirar y ya no estaban, se las había llevado el viento de las circunstancias.
¿Dónde estaba? ¿volando por los cielos o enredada entre mis alas?
Nunca puedes tenerlo todo, hasta que realmente pierdes todo: todas las ideas, todos los pensamientos, todo lo que nos dijeron que necesitamos lograr, cumplir y tener para poder ser.
Me dejé caer, perdí la batalla contra la gravedad.

Lo entendí. La vida la encuentras al dejarla ir; pero no solo así, no es tan simple.
Se abandona en completa y total libertad, en una decisión consciente de quererla postrar.
Pasó lo impensable: en lugar de alas, eché raíces, y de las raíces nacieron ramitas que se extendían hacia el norte.
Parecía que crecía en ambos sentidos: hacia abajo me volví más humana, menos perfecta y menos perfeccionista, menos dura conmigo misma, menos susceptible, más humilde y más vulnerable;
hacia arriba me volví más libre, más soñadora, más valiente, más ligera, más comprensiva y sobre todo más consciente de quien soy en Él.
Volví a mirar el cielo y todo se veía diferente, no más espejismos, todo era claro y todo tenía sentido.
Pude mirar a la Verdad a los ojos y no tenerle miedo. Sabía que me amaba y que todo lo que me diría me haría mucho bien.

Entonces tomé la decisión: renuncié a todo, y lo encontré: mi vida y mi plenitud, escondidas en las heridas de mi amado Salvador. Descanso eterno, paz sólida, ayuda generosa, gozo inefable...
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